La diversidad está presente en el ser humano, cada persona  posee atributos, fortalezas, características evolutivas, identidades sexuales, intereses académicos-profesionales, expectativas y proyectos de vida distintos. También la encontramos en las distintas facetas de la vida humana: diversidad cultural, étnica, racial, ideológica, física, religiosa, genética, ética, moral, sexual, intelectual, jurídica, espiritual, educativa, musical, política, lingüística, de género, preferencia sexual, en fin, siempre presente para evidenciar que su respeto es fundamental para la convivencia humana. Además de estos señalamientos, podemos encontrar otras de carácter individual, que se manifiestan en contextos socioculturales desfavorecidos o relacionados con las minorías étnicas y culturales. (Arnaiz, 2005).

 

La diversidad  también se ve reflejada en el sistema educativo, y más aún las escuelas y el aula. Por ello es un importante tema de debate y análisis. Hemos visto que el manejo y entendimiento de la diversidad con carices tendenciosos a un problema, más que como una positiva oportunidad de aprender  sobre la variedad de vida de otras  personas, y también sobre la concepción de ser  humano. A nuestro juicio, ser  incluido, valorado y respetado por quien uno es en un mundo diverso y plural por  naturaleza.

 

¿Por qué es tan difícil entender la diversidad y más aún respetarla? Por prejuicios, estereotipos y estigmas que fortalecen el miedo a lo desconocido, el temor a la crítica; la ignorancia casi siempre presente cuando no se valora la diversidad, y que estos elementos detonan actos discriminatorios. Se entenderá por discriminación toda distinción, exclusión o restricción que, basada en el origen étnico o nacional, sexo, edad, discapacidad, condición social o económica, condiciones de salud, embarazo, lengua, religión, opiniones, preferencias sexuales, estado civil, o cualquier otra, tenga por efecto impedir o anular el reconocimiento o el ejercicio de los derechos y la igualdad real de oportunidades de las personas. (CONAPRED, 2010, Rodríguez 2007)”.

 

Aunque la concepción que se llega a tener sobre  diversidad puede situar a las personas en la relación que hay con grupos minoritarios y mayoritarios lo ideal es que nos conduzca a respetar, trabajar y aprender  independientemente de cualquier condición. Desafortunadamente, surgen entre los grupos sociales estereotipos, falsas creencias y prejuicios muy arraigados hacia unos cuantos, que hace en las personas tomar una posición de superioridad, inferioridad, indiferencia  en el trato y la atención a otros. Derivando incluso a tendencias sobreprotectoras, de abandono o segregación entre grupos. Por ejemplo, en algunos contextos, la pobreza puede ser la principal causa de exclusión y de discriminación de las personas, limitando sus posibilidades de desarrollo e inclusión social (Blanco, 2014).

Es entonces que las escuelas y los salones de clase son un escenario ante el cual el alumno enfrenta barreras en sus  aprendizajes, mermando su  participación activa en igualdad de oportunidades desde una sociedad “justa, de respeto, y/o democrática”. Por lo que llegan a vislumbrarse matices de exclusión y segregación y con ello situado en el aula de nueva cuenta el reflejo de las “mayorías” y “minorías” en el alumnado.

 

Un ejemplo vivido cotidianamente en la escuela es lo referido por Ruiz (2013) en relación con la clasificación de los alumnos por sus aptitudes: “…es notorio que en la escuela al alumno creativo, divergente o con intereses y habilidades no académicos se le estigmatice y que incluso se le reprima e inhiba, cuando no se le considere con problemas de disciplina, conducta, atención o aprendizaje o, siguiendo la nomenclatura actual, como "sujeto con necesidades educativas especiales". Digo “nomenclatura actual” y no “concepción actual” porque si bien el concepto de “necesidad educativa especial” se genera al interior de un paradigma que tiende a borrar la barrera entre lo “normal”, y “lo especial”, en los hechos, salvo honrosas excepciones, simplemente ha cambiado la nomenclatura, que no la práctica” (p24). Dicho sea de paso, la escuela comienza a ser el punto central intrínsecamente segregador, y puede ser la que construya socialmente una serie de preceptos en torno a la atención a la “diversidad”.

 

En función de los pronunciamientos realizados en diferentes momentos, como política educativa, un punto de partida que intenta contrarrestar las desigualdades dentro de las escuelas en educación básica son las diversas propuestas de transformación en la escuela y el aula bajo una visión incluyente, mismo que  se ha impulsado para  promover en las escuelas de la Dirección de Educación Elemental los derechos humanos, la NO discriminación, el trato justo y en condiciones de equidad en todos los alumnos, particularmente en  aquellos grupos en situación de vulnerabilidad y/o en riesgo de exclusión.

 

El diseño de este trayecto formativo es relevante para la fortalecer a las/los supervisores escolares, promoviendo el análisis de las perspectivas de atención a la diversidad en Plan y Programas de estudio 2017, así como la puesta y estrategias para ampliar la visión de trabajo en los docentes, con miras a optimizar los recursos disponibles en las escuelas y las aulas y transformarse hacia una perspectiva incluyente, además de fortalecer las concepciones que giran en torno a la normatividad aplicable en el contexto nacional y estatal, contribuir a una mayor visión en la Autonomía de gestión escolar y contribuya en el sistema básico de mejora de los centros escolares.  Todo ello con la intención que la escuela sea quien asuma el compromiso de atender a la diversidad tomando en cuenta su organización escolar, los elementos teórico metodológicos del equipo docente, la gestión escolar, las estrategias didácticas diversificadas para eliminar barreras en la participación de todos los alumnos, y con miras a impulsar el aprendizaje de todos desde un enfoque incluyente